FONDO MONETARIO INTERNACIONAL , SU ACTUALIDAD:
CRISIS, CRÍTICAS Y REALIDAD.
De un tiempo a ésta parte, las organizaciones internacionales de crédito, han perdido el prestigio del que gozaron en el momento de su creación. Sus distintas políticas, y recetas, así como la falta de las mismas en momentos clave como por ejemplo, la crisis financiera asiática, que derribó a las afamadas economías de los «tigres asiáticos» de 1997, constituyó un golpe del cual FMI nunca logró recuperarse. Tal como lo expresó Dennis de Tray, un ex funcionario del FMI que se encontraba al servicio del Banco Mundial en Yakarta al momento de la crisis, «el Fondo perdió entonces su legitimidad y nunca logró recuperarla». Dicha crisis, se sufrió en tres grandes aspectos:
1 fue considerado responsable por la política de eliminación de controles al capital que muchos de los gobiernos de Asia Oriental siguieron en los años que precedieron a la crisis.
2 la extendida percepción de que los paquetes multimillonarios de rescate armados por el FMI para los países afectados no se destinaron realmente a rescatar las economías sino a saldar pagos con acreedores extranjeros e inversionistas especuladores.
3 a partir de los resultados de los programas de estabilización que la institución impulsó en las economías en crisis. Con su obstinado énfasis en recortar el gasto del gobierno para combatir la inflación, estos programas en realidad aceleraron la caída de estas economías en la recesión.
La debacle financiera asiática dio impulso a una progresiva revisión de los programas de ajuste estructural que el Fondo, junto con el Banco Mundial, habían impuesto en más de 90 economías en desarrollo y en transición desde 1980. De estos programas, fueron muy pocos los que lograron producir crecimiento, reducción de la desigualdad y disminución de la pobreza que habían sido prometidos a los países que los emprendieron. En efecto, los programas de «terapia de choque» del FMI en Rusia y Europa del Este sumaron millones de personas a las filas de la pobreza en la década del ’90 . Los resultados fueron tan funestos que el programa ampliado de ajuste estructural tuvo que ser rebautizado como «servicio para el crecimiento y la lucha contra la pobreza”(1).
Luego, en el año 2002, cuando el Fondo todavía tambaleaba como resultado de la crisis financiera asiática, Argentina se desplomó, declarando la cesación de pagos sobre US$100.000 millones de los US$140.000 millones de su deuda externa. Quizá más que ningún otro país en el mundo, Argentina había seguido «al pie de la letra» las indicaciones neoliberales del FMI, incluyendo una desregulación, liberalización arancelaria y liberalización financiera radicales.
El próximo paso de Argentina, junto con Brasil, hizo añicos la imagen del Fondo como prestamista indispensable de último recurso: ambos gobiernos pagaron la totalidad de su deuda con el FMI, lo cual les permitió declarar su independencia de una institución que es muy odiada en América Latina. Además de éstos países americanos, también se declararon financieramente independientes de la organización algunos asiáticos, como Indonesia y Tailandia. Sumado a esto, otros prestatarios de dicho continente, se han abstenido de contraer nuevos préstamos con dicha institución. Entre estos se encuentran Filipinas, India y China.
Esto se constituye en un boicot por parte de los prestatarios, lo que traduce en una crisis presupuestaria debido a que las operaciones del FMI se vieron crecientemente financiadas con los pagos realizados sobre préstamos por los clientes de países en desarrollo más que con los aportes realizados por los gobiernos ricos del Norte, los cuales deliberadamente transfirieron a los prestatarios la carga de sostener a la institución. El resultado de estos acontecimientos es que los pagos por amortización e intereses, de acuerdo con las proyecciones del Fondo, se verán reducidos a más de la mitad, pasando de US$3.190 millones en el 2005 a US$1.390 millones en el 2006, y nuevamente se reducirán a la mitad, llegando a US$635 millones en el 2009, creando lo que Ngaire Woods, un especialista en el FMI de la Universidad de Oxford, describió como «una enorme contracción del presupuesto de la organización».(2)
El desgaste de la función del Fondo como institución disciplinaria de los países acosados por deudas y responsable de imponer el ajuste estructural ha sido acompañado de una búsqueda fútil por hallar un nuevo papel a desempeñar.
El intento del Grupo de los Siete (G7) por transformar al Fondo en una pieza central de una nueva «arquitectura financiera mundial» al ponerlo a cargo de una «línea de crédito de contingencia» a la cual tendrían acceso aquellos países que estuvieran por caer en una crisis financiera en caso de haber cumplido con las condiciones macroeconómicas aprobadas por el FMI, fracasó cuando se advirtió que la sola impresión de ver a un gobierno procurando acceso a la línea de crédito podría de por sí hacer cundir el pánico financiero que el gobierno pretendía evitar.
La propuesta para establecer un «Mecanismo de Reestructuración de la Deuda Soberana» gestionado por el FMI – una versión internacional del mecanismo de quiebra del Capítulo 11 que brindaría a los países protección frente a los acreedores mientras presentan un plan de reestructuración – no prosperó debido a las objeciones de los países del Sur de que el mismo era demasiado débil y a la oposición de Estados Unidos, que temía que pudiera llegar a cercenar la libertad de operación de los bancos estadounidenses.
”En la reciente reunión de primavera del FMI en el año 2006, se encomendó al Fondo la tarea de supervisar las relaciones entre los países asociados con desequilibrios macroeconómicos globales – es decir, masivos superávit o déficit comerciales – pero el mandato resultó extremadamente vago. Más bien, esto reflejó la desesperación de los países del G8 por buscarle una función a la burocracia económica internacional que se había tornado obsoleta e improcedente”.(3)
Teniendo en cuenta éstas afirmaciones observamos que el liderazgo que tuvo en su origen el FMI, en cuanto a la política económica de un mundo en crisis, ha perdido varios puestos en la carrera macro económica por lo que sus programas y recetas su tienen que ser dejados de lado, o en su defecto modificarse, para que no sea la causa de su origen la misma que la de su desmantelación.