LA ÉPOCA DE MAYO.Caracteres de la literatura entre 1800 y 1830.Las sociedades culturales y literarias.


LA ÉPOCA DE MAYO
Caracteres de la literatura entre 1800 y 1830
El 25 de Mayo de 1810, fecha que marca el surgimiento de nuestra nacionalidad, no produjo cambios literarios de importancia y a pesar del derrumbe politico del vetusto edificio colonial, los elementos culturales trasplantados por los españoles continuarían por largos años ejerciendo poderosa influencia en nuestro medio.
Escribió Guillermo Ara: «La literatura argentina —lo que así se llamaría después— nació colonial y constituyó, hasta el primer cuarto del siglo XIX, una parcela del orbe español, afirmado en América desde la conquista. El problema de una independencia cultural no se planteó entre nosotros en los términos de urgencia y afirmación que caracterizaron la ruptura de vinculos políticos con España.»
La penetración espiritual española se prolongará hasta 1830 y las dos primeras décadas del período patrio, a pesar de los cambios políticos y jurídicos propios del surgimiento de una nueva nación, ofrecen en materia literaria una visible continuidad de rasgos. Existió un intento por una libertad mental —que no llegó a concretarse— mediante una temática que puede considerarse argentina. Fue un nuevo sentimiento que inspiró a nuestros escritores y que fray Cayetano Rodríguez ha sintetizado en una frase feliz: La patria es una nueva musa que nos influye divinamente.
En la época de Mayo alcanza mayor importancia el género gauchesco escrito —iniciado anteriormente en las últimas décadas del siglo XVIII— con los cielitos y diálogos del poeta Bartolomé Hidalgo,cuyos versos exaltaron el sentimiento patriótico y el triunfo de las armas independientes .
Los géneros cultivados en este período, lírico, épico y dramático, no alcanzaron auténtica personalidad, y las obras prosiguen al igual que en los ultirnos años del dominio español, dentro de un esquemaneoclásico y barroco, con afectada retórica y citas mitológicas.
La poesía patriótica circuló manuscrita, o bien en periódicos o fue recitada en las tertulias familiares. Sus autores, en gran mayoría improvisados, imitaron no sólo a los clásicos latinos Virgilio y Horacio, sino a los antiguos españoles Góngora, Calderón y otros contemporáneos de la época revolucionaria, como Álvarez de Cíenfuegos y Manuel Quintana.
En materia de nuevas corrientes ideológicas, desde los últimos años del período hispánico, se notó en el ámbito virreinal la aparición del pensamiento ilustrado difundido por los enciclopedistas franceses del siglo XVIII. Las ideas liberales antimonárquicas, que propiciaban una profunda trasformación, prepararon el ambiente revolucionario.
Entre los filósofos políticos franceses, el que más influencia ejerció en nuestro medio fue Juan Jacobo Rousseau por medio del Contrato Social. En el aspecto económico, las escuelas fisiócrata y liberal, que trataron de demostrar la preeminencia de la agricultura en la distribución de la riqueza, contaron con el apoyo del abogado y militar Manuel Belgrano, cuando éste ocupó el cargo de secretario del Consulado de Buenos Aires. Las nuevas ideas sobre la importancia de la naturaleza se advierten en la inspiración virgiliana, característica de la poesía en la época de Mayo.
Las generaciones literarias
En el período que nos ocupa, se distinguen dos generaciones literarias, educadas ambas bajo la influencia teológica y humanística colonial, con algunas infiltraciones liberales procedentes de los enciclopedistas franceses.

En la primera generación, que actuó en pleno período revolucionario, figuran fray Cayetano Rodríguez (1761-1823); Vicente López y Planes (1785-1856); José Agustín Molina (1773-1838); Esteban de Luca (1786-1824) y Bartolomé Hidalgo (1788-1823). Estos hombres expresaron por medio de una literatura ocasional sus ideales favorables a la causa independiente. No llegaron a publicar libros y su inspiración patriótica se conoce por humildes periódicos u hojas sueltas, salvados del olvido por Ramón Díaz, que recopiló ese material disperso en La Lira Argentina. Esta primera antología con obras del período revolucionario fue editada en París, el año 1824.
Según consta en el subtítulo, fue una colección de las piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de la Independencia. Se inicia con la Marcha Patriótica o Himno Nacional y la última poesía es «El triunfo argentino», también de Vicente López y Planes.
Ramón Díaz fue un desinteresado compilador, que por modestia mantuvo el anónimo, al igual que la mayor parte de las obras en verso, cuyos autores fueron individualizados por estudios posteriores. Esta colección tiene mayor valor histórico y cívico que literario.
Del período rivadaviano y semejante en su contenido a La Lira fue la Colección de poesías patrióticas, obra que ocupó un volumen de trescientas cincuenta y tres páginas, sin portada ni índice, impresa en 1826.
En la prosa se incluyen los denominados publicistas de la Revolución de Mayo, entre los cuales cabe citar a Mariano Moreno por sus escritos políticos y jurídicos, Bernardo Monteagudo por sus páginas de carácter politico, Manuel Belgrano en mérito a sus ideas económicas, Ignacio Gorriti por su prédica republicana, y el deán Gregorio Funes debido a sus ensayos históricos.
Los trabajos literarios del jurisconsulto y estadista Mariano Moreno (1778-1811) pueden dividirse en Escritos forenses, redactados entre 1802 —cuando se graduó en Chuquisaca— y 1810, año en que se incorporó a la Junta Revolucionaria, y los Escritos políticos, desde el comienzo de su actuación pública hasta su muerte.
Bernardo Monteagudo (1787-1825), patriota de la Independencia, sus escritos fueron agrupados en seis libros, a saber: 1°) Memoria política; 2°) Ensayos sobre una federación americana; 3°) Propaganda revolucionaria; 4°) Exposición de tareas; 5°) Discursos patrióticos, y ó°) Epistolario.
El sacerdote Juan Ignacio Gorriti (1767-1842) escribió un libro titulado Reflexiones, en el cual estudia principios filosóficos (la metafísica cristiana); sistemas políticos (la organización republicana), y la educación popular.
La actividad de los escritores pertenecientes a la primera promoción se vio perjudicada por una serie de problemas derivados de la caída del régimen hispánico y de las luchas contra los españoles.

Aunque superada en parte esta etapa, los integrantes de la segunda generación literaria tampoco pudieron cumplir su cometido en un ambiente favorable, debido a la enconada lucha interna entre el grupo dirigente de Buenos Aires y los caudillos del interior.
Estos escritores, de tendencia liberal y partidarios del centralismo porteño, fueron denominados por Sarmiento los unitarios del año 1825.
Entre ellos podemos citar a Juan Cruz Varela, Manuel Belgrano — homónimo del prócer y su sobrino—, Juan Crisóstomo Lafinur y Florencio Varela, hermano de Juan Cruz.

Las sociedades culturales y literarias
Entre 1810 y 1830 surgieron en Buenos Aires algunas sociedades literarias y culturales, a imitación de las que abrieron sus puertas en Europa, por consecuencia de los movimientos liberales. En nuestro medio, su acción en fomento de las actividades del pensamiento fue muy relativa y su antecedente en tiempos de la dominación española lo constituyó la Sociedad Patriótica Literaria y Económica, debido a la iniciativa del abogado, militar y escritor Antonio Cabello y Mesa.
A comienzos de marzo de 1811, los morenistas —que formaban una minoría intelectual— decidieron «reanimar el espiritu amortiguado de la Revolución» e ilustrar al pueblo sobre la necesidad de un cambio en la dirección gubernativa. Con este propósito, formaron un centro que llamaron Sociedad Patriótica y cuyo lugar de reunión fue el café de Marcos, frente a la iglesia de San Ignacio (hoy Bolívar y Alsina), donde —en medio de la discusión politica— se leían trabajos literarios. Entre sus miembros figuraban Bernardo Monteagudo —que empuñó la pluma para polemizar con Pazos Silva—, el doctor Pedro Agrelo, que utilizaba las páginas de la «Gazeta» para su prédica renovadora, Julián Álvarez, dirigente de una logia masónica, Agustín Donado, Francisco Seguí y los militares Domingo French yFlorencio Terrada.
En julio de 1817 y por iniciativa del Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, se fundó la Sociedad del Buen Gusto del Teatro, entidad que se propuso hacer de las representaciones escénicas un medio de cultura social y literaria. La integraron importantes hombres de letras de aquella época, entre ellos Vicente López y Planes, Esteban de Luca, Ignacio Núñez, Juan Ramón Rojas, Juan Crisóstomo Lafinur y otros.
Cuando en 1821 Bernardino Rivadavia ocupó el gobierno de la provincia de Buenos Aires, con el cargo de ministro, inició desde ese momento una tarea de adelanto material y cultural, que se prolongaría por varios años. Surgieron nuevos organismos e instituciones destinadas a fomentar la labor del intelecto, entre ellas la Sociedad Amigos del País, que abrió sus puertas en 1822 y, a pesar de su efímera existencia, publicó el periódico «El Ambigú de Buenos Aires».
Al año siguiente fue creada la Sociedad Literaria, en casa de Julián Segundo de Agüero —designado presidente— y que contó en sus filas con destacadas figuras de la época, como Ignacio Núñez, Esteban de Luca, Antonio Sáenz, Manuel Moreno, Francisco Cosme Argerich y otros. El organismo, que cesó en junio de 1824, brindó su apoyo a todos las manifestaciones intelectuales y dio a publicidad al periódico titulado «El Argos de Buenos Aires» y la revista mensual «La Abeja Argentina». Ambos trataban de temas literarios, políticos y científicos, y suministraban información general.
Otra corporación de la época que, a pesar de sus objetivos de fomento cultural y literario, se reunió clandestinamente, fue la Sociedad Valeper de Buenos Aires, que sólo funcionó un año (18211822). De ella formaron parte Juan Crisóstomo Lafinur, Diego Alcorta, Manuel Belgrano (sobrino del prócer), Angel Saravia y otros.

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